Todos los padres y madres han pasado por esa etapa en la que comienzan a notar que sus hijos empiezan a mentir. Y realmente es así, han empezado a mentir. Y decimos empezado, porque nunca antes lo habían hecho, y es que los niños descubren la mentira. La descubren porque no sabían que existía, ni sabían su funcionalidad.
Se establece que los niños comienzan a mentir a los 4 o 5 años, aunque se ha visto que hay niños que empiezan a mentir desde los 2 años. En los estudios realizados por Michael Lewis en la década de los 80, se les presentaba a los niños un juguete y se les decía que no lo podían mirar. Se les dejaba solos y se les grababa con una cámara. Como se podrán imaginar, la mayoría de los niños miraba el juguete apenas unos segundos después de quedarse solos. Sin embargo, cuando el adulto llegaba y le preguntaba si había mirado, la mayoría lo negaba. Un tercio de los de dos años mentía, la mitad de los de 3 años mentía y más del 80% de los de 4 años o más mentía. Con lo cual, vemos que la mayor concentración de mentiras se da a partir de los 4 años.
Pero bien, ¿por qué hay niños que aprenden a mentir antes que otros? La respuesta, aunque no se la esperen, es el coeficiente intelectual. Sí, en el estudio de Lewis se comprobó que los niños de 2 años que mentían tenían un mayor coeficiente intelectual que los niños que no lo hacían. Por lo tanto, ¿los niños más inteligentes mienten más?… bueno, parece ser que sí. Y es que, las mentiras suponen una herramienta del desarrollo de las funciones ejecutivas de los niños (Sotillo y Riviere, 2001), y que comiencen a descubrir la función de la mentira es, en sí misma, una buena noticia.
Ahora bien, ¿debo dejar que los niños mientan sin corregirles? Por supuesto que no. La mentira, a pesar de ser una herramienta de desarrollo cognitivo, es también un acto moral cuestionable, y eso deben entenderlo los niños.
¿Significa eso que debo castigar a mi hijo por mentir? No, tampoco significa eso. De hecho, los estudios realizados por Victoria Talwar (2015) en la Universidad de McGill (Montreal) muestran que castigar a los niños cuando mienten, lo único que provoca es que mientan más. Y es que, los niños mienten principalmente por tres razones: por crear una imagen más ‘fantástica’ de sí mismo, por conseguir algo que les genere placer o por miedo a un castigo. Efectivamente, por miedo a un castigo. Los niños siempre son menos propensos a decir la verdad, si piensan que pueden ser castigados.
Por ello, es importante para promover conductas de honestidad, el razonar con los niños enfatizando las consecuencias positivas del ser honesto, y no tanto las consecuencias negativas de no serlo. Esto es: “si dices la verdad, eres una persona honesta, y si eres una persona honesta, los demás siempre confiarán en ti”, en lugar de: “si mientes, nadie te va a querer y van a decir que eres un niño mentiroso”.
Además, hay que tener en cuenta que las mentiras de los niños van cambiando a lo largo del tiempo. Cuando son más pequeños, las mentiras suelen ser meramente instrumentales y fruto de la información que captan a través de los sentidos. Es una etapa más de “pensamiento mágico”. Sin embargo, al cumplir aproximadamente los 9 años comienza a desarrollar el pensamiento abstracto, de manera que las mentiras ya son más elaboradas y más “parecidas” a la realidad.
En cualquier punto, hay que destacar que la mentira cumple su función en el desarrollo cognitivo de los menores, aunque es importante ir promoviendo en ellos conductas de honestidad. Pero, tal y como hemos dicho, esta debe hacerse desde el razonamiento y no desde el castigo.
Referencias bibliográficas:
- María Sotillo y Ángel Rivière (2001) When children use words to deceive. Lying as an instrument for developing mentalistic inference abilities, Journal for the Study of Education and Development, 24:3, 291-305, DOI: 10.1174/021037001316949239
- Talwar, V., Arruda, C., & Yachison, S. (2015). The effects of punishment and appeals for honesty on children’s truth-telling behavior. Journal of Experimental Child Psychology, 130, 209-217.