En los últimos años la sociedad occidental ha cambiado muchísimo en casi todas sus facetas. No es menos el centro de interacciones sociales del ser humano: la familia. Y es que actualmente el concepto de familia ha cambiado y continúa cambiando. Tanto es así, que se habla de que la familia ha cambiado tanto en los últimos 40 años más que en los 20 siglos anteriores.
Pero bien, ¿qué es la familia?
Definir la familia es algo muy complicado. De hecho, Bilbao A. (2002) recogió más de 56 formas de ser familia, con lo cual, podemos imaginar lo difícil que sería definirla. La RAE la define como “grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”. Sin embargo, este concepto también se nos queda muy corto. Y es que actualmente las familias no tienen porqué tener un parentesco entre sí ni tampoco convivir necesariamente.
Asimismo, en psicología se tienen en cuenta varios factores que debe tener una familia. Por ello, Palacios y Rodrigo (1998) definen la familia como: “La familia es una unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia que se desea duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”.
Este parece ser más o menos el concepto global de familia. Pues bien, con ese concepto, ¿solo es considerada una familia si está formada por un padre, una madre y sus hijos?
Claramente no. En la actualidad conocemos múltiples tipos de familias: monoparentales, homoparentales, reconstituidas (padres separados que rehacen su vida con otra persona y tienen o no hijos), familias extensas (formadas por varias generaciones, por ejemplo, padres y abuelos), familias adoptivas, familias de acogida, familias sin hijos…
Vemos todo tipo de familias. Pero en este caso, nos centramos en las familias con hijos. Y es que, durante mucho tiempo, se ha venido analizando si los hijos de familias monoparentales, de padres separados u homoparentales pueden tener un desarrollo adecuado. La sociedad ha temido que dos padres puedan educar “sanamente” a sus hijos o si una madre sola podría criar bien a sus hijos. De hecho, durante mucho tiempo se ha creído que los hijos de familias con diversidad son niños traumatizados, infelices o incompletos.
¿Hay algo de verdad en esto?
Obviamente esto se ha estudiado en psicología. Y tenemos muchos resultados al respecto:
Múltiples evidencias empíricas demuestran que lo importante para el desarrollo adecuado de un hijo son las relaciones que se establecen en el interior de la familia, sus funciones y cómo se comportan; y no la composición de la familia en sí (Menéndez, 2001). Es decir, lo realmente relevante es que las familias establezcan relaciones sanas, estables, con afecto, comunicación y normas sociales. No es importante si hay dos papás, dos mamás, una mamá y un papá, un abuelo y un papá o solamente un papá. Siempre que las relaciones que existan dentro de la familia sean sólidas, el desarrollo evolutivo del niño será adecuado. De nada sirve que en la familia exista un padre y una madre si la relación entre ellos no es sana.
Por lo tanto, la respuesta es NO, no solo los hijos de familias tradicionales (o nucleares) son felices. Todos los niños lo son en una familia en la que existe afecto, confianza, comunicación, cuidado y conductas prosociales.
Bibliografía consultada:
- Abad, J. S., Cháfer, M. J., Plaza, C. Á., Gonzálvez, H., Rubio, M. I., Konvalinka, N., y Moreno, E. R. (2013). Diversidad familiar: apuntes desde la antropología social. Revista de treball social, 198, 30-40.
- Bilbao, A.(2000).Suficiencia investigadora: Percepción de crisis y tipología Familiar. U.Deusto. Dirigida por CARMEN VALDIVIA SÁNCHEZ.
- Menéndez Álvarez-Dardet, S. (2001). La diversidad familiar en España: un análisis de su evolución reciente y su aceptación.
- Palacios, J., y Rodrigo, M. J. (1998). Familia y desarrollo humano. Alianza.